El Decompressive Storytelling y la madre que lo trajo al mundillo (parte 4 de 5)
Sigamos. Esto del Decompressive Storytelling parece pues la panacea para cobrar seis cheques de una sola idea, pero se debe saber cogerle bien la medida. El buen decompresor debe pensar la historia, preguntar al editor en cuantos números debe plasmarla para que encajen en el calendario de tomos recopilatorios y plantear los momentos distendidos para que la anécdota ocupe exactamente la extensión prevista. No solamente por el futuro recopilatorio, que si te quedas largo cobran 3 dólares con 99 más y andando, y si te quedas corto llenan las 20 páginas que faltan con sketches rescatados de la papelera. No, el problema es que, sobre todo en Marvel, anuncian en portada la saga en curso y su duración. Y si te pasas les metes en un problema.


El Decompressive Storytelling está aquí para quedarse porque al lector le gusta. Acostumbrado por coleccionismo a seguir una veintena de colecciones mensuales, es un alivio poder despachar su lectura en apenas dos sentadas, lo que redunda en una mejora de su calidad de vida social u otros menesteres. Sin embargo, la cultura del tomo hace que en nuestro país se den anacronismos como las Bibliotecas Marvel, recopilatorios quincenales o mensuales conteniendo 6-7 historietas, cada una de las cuales fue pensada para ocupar un mes. El resultado es una densidad de lectura tal que puede saturar el buffer de lectores poco preparados. Los concentrados como los Strange Tales de Lee y Ditko deben leerse siempre en dosis moderadas y bajo supervisión de un adulto, y cerrarse al primer síntoma de hipoxia. Entre la lectura de un episodio y el siguiente es recomendable que transcurran al menos doce horas.
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